Hace unas semanas di una conferencia sobre I+D+i en un master en dicho tema, que se dicta en la sede social del Parque Tecnológico de Málaga.
Tenía dos posibilidades: la primera era dar la típica presentación corporativa, mostrando lo estupenda que es la empresa en la que trabajo y lo mucho que invierte en I+D+i. Exactamente igual que hicieron los invitados que pasaron por el master antes que yo.
En una conversación previa con la coordinadora del master, salió el tema de dar otro enfoque: hablar de mi experiencia en la investigación científica. He investigado en empresas privadas y en universidades; y actualmente tengo un pie en la empresa privada, y otro en la universidad -soy profesor a tiempo parcial en la UMA-. Esto hacía que ella creyera que podía ser interesante que hablase de mi experiencia en el área.
Le avisé que mi opinión podría ser políticamente incorrecta, y podría no estar en la línea de la autocomplacencia respecto al I+D+i en España, más cercana al culto a Onán que a una crítica seria de los graves problemas estructurales que tiene el I+D+i en este país.
Creo que la coordinadora del master no me tomó en serio cuando le dije esto. También creo que no me llamará el próximo año a dar otra conferencia. El caso es que estuve toda la mañana diciendo las verdades del barquero -se esperaba que fuese una hora, pero el público se lo estaba pasando realmente bien, y extráñamente la propia organizadora del evento me dejó enrollarme todo el tiempo que quisiera-. En el público, los que sí habían hecho ciencia asentían la cabeza mientras que yo hablaba; mientras que los que no sabían de que iba aquello miraban horrorizados lo que contaba, y se quedaban paralizados en estado de shock. Creo que comencé un poco duro: pedí que levantaran las manos los que tenían artículos indexados -la única forma real de medir el rendimiento científico, junto con las patentes, mal que nos pesen a algunos estas últimas-, y después dije que los que no habían levantado las manos que, o cambiaban, o tenían un futuro muy negro en la ciencia. Después pasé a algunas dosis de mundo real. Algunos me comentaron después que había sido muy ilustrativo, y que coincidía con lo que ellos estaban comenzando a sospechar; y me agradecieron los consejos que, obvios una vez que se explicaba el porqué de ellos, no eran tan triviales de suponer cuando uno acaba la carrera. Casualmente, este conjunto estusiasta coincidía con los que tenían artículos publicados.
Volvemos al tema del post, que no tiene mucho que ver con el contenido en sí de la conferencia, sino de lo que pasó en la presentación. Al presentarme la coordinadora del master, dijo lo que yo hacía en la actualidad, lo que yo había hecho, y cuanto había publicado. Después alguien preguntó por mi edad, y llegó la sorpresa. Entonces, la responsable del master pregunto: «al menos, ¿no tienes blog, no?». Dije que no. Ahí ella dijo «menos mal».
Lo siguiente que pensé es «no es tan mala idea». Ya tengo amigos que lo hacen: por ejemplo, Fernando Tricas. Él es uno de los primeros españoles que, junto con J.J. Melero y Víctor Ruiz, están estudiando en serio el fenómeno blog desde el punto de vista científico. ¿Por que no yo voy a tener un blog?
Y aquí estamos. Contando mis opiniones, que probablemente no interesarán a nadie, sobre temas sobre los que muchos saben más que yo: software libre, I+D+i, y gestión de equipos humanos que se dedican a eso del I+D+i. Perdonen los errores de montaje, maquetación y edición, así como que aún falte de todo en el blog: poco a poco lo iré completando.