Felicidades a todos los aprobados…

Ya he hecho finalmente pública la última lista de notas que faltaba por publicar. Los resultados han sido excelentes, tanto en Fundamentos de los Computadores, como en Programación Lógica. Esta entrada es para mis ex-alumnos que han aprobado este año; para el resto de los lectores habituales de este blog probablemente os sea de poca utilidad.

En Fundamentos de los Computadores, la respuesta al nuevo tipo de examen ha sido muy buena: este año el examen práctico ha tenido un 50% de la puntuación en un problema real, con la complejidad que puede tener un problema del mundo empresarial. Os habéis pringado, habéis hecho prácticas, habéis estudiado, y los resultados han llegado: dos matrículas de honor, y tres de cada cuatro presentados aprobados. Algunos estabais acojonados con un examen con problemas reales de los que salen en las empresas. ¿A que no es tan complicado cuando se lleva la asignatura preparada? };-) Frente a la carnicería del año anterior, este año con un temario mucho más complejo y exámenes mucho más duros, habéis sacado unas notas muy buenas. Felicidades.

En programación lógica también los resultados han sido muy buenos. De la treintena de exámenes corregidos, estaban suspensos menos de media docena. Estoy contento de los resultados, y espero que vosotros también lo estéis. Los que habéis suspendido, poneros las pilas: septiembre está más cerca de lo que parece. En esta asignatura, lo que siento es que entre funcional y lógica nos tenemos que repartir 6 escasos créditos; por lo que apenas he podido daros pinceladas de lo que realmente podíais haber aprendido si hubiera mas tiempo. Me encantaría disponer del tiempo que tengo en Fundamentos de los Computadores, y poder enseñaros y poneros problemas al nivel que os serán útiles si trabajáis de ingenieros en lugar de terminar en una cárnica picando código barato en Java. Desgraciadamente, este paso lo tendréis que dar solos. Os aconsejo que profundicéis. Que el hecho de que esto no aparezca en las ofertas de empleo de las cárnicas no significa que no valga ni sea importante. Yo he ganado dinero con estos conocimientos, y vosotros puede que los necesitéis.

Finalmente, voy a poner un par de vídeos interesantes, a modo de consejo final a todos los alumnos que habéis pasado por clase, a muchos de los cuales no volveré a ver en el futuro.

El primero es un discurso excepcional de formatura impartido por Steve Jobs a los formados en Stanford en la promoción del 2005. Un discurso brillante, en el que comunica muchas verdades profundas, de las que lleva una vida aprender:

El segundo vídeo es de una música de Baz Luhrmann, cuya locución es -cambiando fechas- una columna de Mary Theresa Schmich publicada en el Chicago Tribune. Se ha convertido en todo un clásico, y seguro que lo conocereis.

Los dos vídeos a mi me ponen la piel de gallina. Espero que os sean útiles. Y mucha suerte en lo que emprendáis, sabéis que me tenéis para lo que necesitéis.

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Telefónica no soluciona averías en satélite bidireccional profesional si usas Linux

No quiero convertir este blog en un blog anti-telefónica. Pero Telefónica no se deja. La última: no sólamente que una conexión por satélite bidireccional «premium profesional» no funcione adecuadamente, sino que además se niegan a solucionarlo porque he cometido un crimen… usar Linux.

La historia comienza con una soleada mañana levantándome, y poniéndome a trabajar. La conexión a Internet, no funciona -intento acceder por ssh al servidor, y no puedo conectarme-. Hago las pruebas de acceso, y me da una respuesta como esta:

rendimiento satelite bidireccional telefónica

Para los que aún no lo saben, he pasado un infierno con la conexión a Internet, gracias a la empresa que tiene el monopolio en mi área: Telefónica. Finalmente la única solución ha sido desembolsar más de 3000 euros de golpe -sé lo de que se puede hacer un leasing, pero alguien me «perdió los papeles» y aunque firmé un leasing, me llegó una factura de 3799,89 euros, con fecha de pago en menos de un mes, con una bonita colección de amenazas si no la pagaba; pero todo estándar, nada personal-. En fin: pago -que remedio; me hago a la idea que este pago es como el «servicio de lavandería» de Chicago-, e intento seguir adelante. Contrato una conexión premium profesional de satélite bidireccional con Telefónica, que se supone que es fiable y que no se corta. Se supone que da 2Mb, y cuesta una pasta al mes, más el bonito desembolso del principio. El montaje bien, gracias. Vamos, pues, a disfrutarlo.

Volviendo a la historia, me levanto, y no funciona. Cargado de infinitas dosis de buena fe y resignación -más de lo segundo que de lo primero-, llamo al 900101010. Consigo hablar con un humano -lo que tiene un trabajo de narices-. Le digo que tengo un satélite bidireccional con Telefónica, opción «premium profesional», con su «ADSL e-oficina empresa» -de contratación obligatoria- y su paquete de «mantenimiento básico»-. Ella me dice que los ventimuypocos kbits por segundo están cercanos al 1% del caudal contratado en una premium profesional de satélite bidireccional de Telefónica -eso ya lo sabía-, y que llame al 902357000 -que precisamente era lo que me temía-.

Este número, para los que no conozcan Telefónica -algunos lectores de este blog viven en el primer mundo-, es un teléfono al que llamas; y, por 6 céntimos minuto, te tienen al teléfono diciéndote que te esperes durante quince minutos, para después entretenerte otros 15 con obviedades. Los 6 céntimos por minuto, los cobra Telefónica. No, no es una broma.

Bueno, pues después de un euro de paciente espera, y otro euro de preguntas chorras por una tal señorita Celia -las mismas preguntas para el satélite bidireccional que para un ADSL; incluso preguntando por las «lucecitas verdes» cuando el router tiene las luces azules-, llega la pregunta clave: ¿Tiene usted sistema operativo XP? En uno de mis lapsus de buena fe e inocencia expongo que no, que no hay ningún XP en mi casa, que tengo máquinas Linux y MacOS. A lo que me responde diciendo: «Lo siento. No soportamos dichos sistemas operativos». Le comienzo a decir: «Disculpe, pero cuando contraté la conexión a satélite me aseguraron que no habría problema con dichos…» después del «con dichos», me doy cuenta que estoy hablando solo, y que en algún momento de la frase, me han colgado en la cara.

Vuelta a llamar al 900101010 «Respuesta empresarios», y después de varios intentos, consigo hablar con un operador humano, una chica a la que le digo que quiero hacer una reclamación por el satélite bidireccional que no funciona y por el mal trato del soporte. La respuesta es: «Usted lo que tiene es una línea de 19 euros» y me cuelga en la cara. No se toma la molestia de comprobar que el teléfono llamante no es el teléfono del satélite bidireccional -un teléfono que te obligan a contratar, pero que no puedes usar-. «Respuesta empresarios», para Telefónica, es colgar en cuanto escuchan la palabra reclamación.

Se que se me queda cara de gilipollas. Vale que estoy es la más completa y absoluta indefensión. Llevan seis meses demostrándome hasta qué punto el cliente es un ser al que se aliena y se le cobra. Pero no es necesario restregármelo por la cara. Al menos, que me anoten la reclamación y se limpien el culo con ella, como han venido haciendo el último semestre con todas las reclamaciones por todas las putadas que me han hecho. Si alguien sabe como teletrasportar mi casa a un lugar civilizado, por favor que me lo comunique. Desgraciadamente, el mercado inmobiliario ya está diseñado para evitar que votemos con los pies. Pero eso lo dejaré para otro post.

Lo triste es que no es solo a mí: cualquier reunión de innovadores tecnológicos se convierte en una reunión de autoayuda de «emprendedores anónimos» en cuanto tocamos determinados temas. No es un tema personal: Telefónica es como las almorranas, la gente la sufre en silencio. Cuando salimos de las grandes ciudades, muchos se resignan en silencio, y otros menos protestamos. Y a los que protestamos, se nos ignora. Pero este problema es como el elefante en la sala del anuncio inglés: ignorarlo no lo hará desaparecer.

Os deseo un año con conectividad decente; y que vuestro operador de telecomunicaciones de turno no os incomunique respecto a vuestros clientes. Y que el SAT de vuestro operador no reniegue de solucionaros problemas por no pagar el «impuesto Microsoft».

Actualización: Ya funciona «correctamente», es decir, da un 9% del ancho de banda contratado. Gracias a todos los que habeis manifestado vuestro apoyo en comentarios al blog, por teléfono o por correo electrónico.

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Todo un montaje de calidad

Para poner al lector en historia:Tenía ADSL, Telefónica me lo quita sin previo aviso, sin mi permiso, y por la cara.. Después de meses de batalla me rindo, y recurro al único método que parece llegar sin problemas donde yo vivo. Esto es parte de la historia.

Como algunos sabreis, hace ya un par de meses que me percaté que, por donde iba, más me convenía abonarme a un servicio de Internet vía palomas mensajeras que seguir intentando recuperar mi ADSL. Reclamar a Telefónica funciona, pero si eres Dios. Jesucristo tiene que recurrir a los tribunales. La única alternativa que quedaba era comprar un sistema de parabólica bidireccional.

Siendo el único sistema que llega aquí, y además teniendo en cuenta que tengo un amigo que es comercial de Telefónica y me puede asegurar un proceso mínimamente doloroso, decidí contratarlo. El primer paso fue sencillo: el servicio cuesta «sólamente» casí 4000 euros en material, más el costo mensual (sí, cuatromil euros. No me he equivocado). Del satélite rural… bueno, pagando la parabólica tada meses, así que satélite rural, «ad kalendras graekas».

Después de firmarlo todo, solo bastaba esperar: a los dos meses, y después de varias llamadas al 900101010 «Respuesta empresarios» -el cual si encontraba las palabras para que la máquina me pasara a un operador humano, con frecuencia terminaba con que el operador humano me colgara en la cara-, parecía que no era posible. Gracias a Dios, un buen amigo intercedió por mí en las «altas instancias» de Telefónica a nivel provincial el viernes, y el lunes me estaban llamando de Dominion para montarme la antena.

El problema parecía sencillo: vivo en una casa mata. Tengo 4 (cuatro) paredes, y un techo para montar la parabólica. Se queda mi padre -jubilado, pero con 45 años de experiencia en el sector de las telecomunicaciones- al cargo de la tarea de estar con el técnico de Dominion.

Pues resulta que viene un matón gigantesco de Dominion que va a la única terraza que se ve desde la puerta de la casa -si siquiera es la terraza que da al sur-suroeste, que es donde está Hispasat; apenas es la primera terraza que vio-, y, sin tomar medidas, plantifica la antena en un trípode de más de un metro cuadrado de base justo delante de la puerta de la terraza. Atornillado en el suelo, y perforando la capa de tela asfáltica. Símplemente, no había un sitio más cómodo para montar la antena en toda la casa. Mi padre reclama, diciendo que hay varios metros cuadrados de pared en los que la parabólica puede ir. El técnico de Dominion, aplicando la sutil diplomacia tan común en el sector, dice que la parabólica o va ahí, atornillada en el suelo de la terraza, o se la lleva y no nos monta Internet satelital, ni ahora ni nunca. Mi padre me intenta localizar, y yo dando clase. El matón de Dominion sigue haciendo lo que le da la gana en mi casa. Finalmente, hace una instalación tan limpia como esta:

parabolica bidireccional telefonica

Sí, en plena puerta de la terraza.

Ante la desesperación, mi padre consigue localizar al comercial de Telefónica, Mikel; que, en un gesto que le honra, sale disparado de su casa y viene a ver qué está pasando. Cuando ve el montaje del trípode, tipo Pepe Gotera y Otilio, se echa las manos a la cabeza. Intenta primero convencerle de que ha vendido decenas de esas antenas, y se pueden montar también en la pared sur-suroeste; y que el sitio recomendado no es delante de la puerta de la terraza. La conversación se va calentando -a diferencia de a mi padre, Mikel no le sigue la corriente al matón de Dominion-. Cuando salgo de la clase y enciendo el teléfono, veo mensajes de lo que está pasando, y salgo disparado a mi casa desde la Universidad.

Hasta aquí, todo es según testimonio deducido de Mikel y de mi padre. Ahora comienza la historia como yo la ví.

Cuando llego, están el comercial de Telefónica y el técnico de Dominion enzarzados en una discusión muy fuerte. El técnico está pegando voces -son ya las siete de la tarde-. Baja a la calle, y sigue pegando voces. Finalmente, el comercial me recomienda que firme un parte de material para instalar, pendiente de montar; lo que hacemos -y no le hace ni gracia al instalador-.

Vemos en la foto como «no hay pared suficientemente grande»: fue una de las justificativas; realmente, cambiaba de justificativas cada cinco minutos. También que no se puede colocar en la pared porque: va contra la ley, va contra el convenio colectivo, va contra la normativa de la comunidad, y no es el lugar donde tiene mejor señal (como curiosidad, donde está la parabólica ahora tiene la mayor parte de su superficie tapada)

parabolica bidireccional telefonica

Es una imagen ampliada, para que veamos la antena. Hay algunos metros más de pared -ocho en total- hacia la derecha; y cinco metros hacia abajo. Nuestra posición era: «en cualquier lugar de la pared, por encima de los tres metros». Como curiosidad, debajo de la ventana se puede operar perfectamente la parabólica desde el balcón. Al menos, con mis brazos -el matón de Dominion los tenía más grandes-.

Por la mañana reclamo a telefónica. 900101010. «Respuesta empresarios». Primera llamada: no consiguo que la máquina me pase a un humano. Segunda llamada: consigo que me pasen a un humano. Le cuento lo que ha pasado. No es su problema. Después de mucha discusión, se entera que soy una empresa, y me dice que me han redireccionado al 1004, y que me manda a la persona apropiada. «La persona apropiada», escucha la historia. Se sensibiliza. Tengo razón; no se puede entrar en casa de cliente a hacer esas cosas. Tengo razón, no se pueden hacer esos montajes. Me pide mi número de teléfono para cursar la reclamación. El programita pita. No soy lo suficientemente grande para que ella me pueda antender, me dice. Me pasa a un tercer operario. Vuelta a repetir la historia. Al tercero, le da lo mismo los modos y las formas del matón de Dominion, y que me hayan echo una chapuza. Lo más que consigo es que anote que me han perforado la tela asfáltica. Por supuesto, ni me quiere dar el código de reclamación (nota mental: a ver que me he creido. Si ya se que me van a ignorar, para que reclamo. No aprendo.).

El matón de Dominion me llamó hace un par de horas, diciendome que tengo tres opciones: dejar la antena donde está; montar la parabólica en pared, debajo de los dos metros -un equipo de 4000 euros, que es mio, a menos de dos metros de altura-; o se llevaba la parabólica y no venían más. Teniendo en cuenta que la parabólica es la única forma que tengo de conectarme a Internet… me queda poca alternativa.

Hace un rato, llamo a una persona que tiene un cargo de responsabilidad en Telefónica (el que llamé para que me montasen el enjedro). Me ha confirmado que no me queda otra alternativa. Y ya veremos como lo solucionaremos.

Dentro de un rato viene el matón de Dominion. Me tendré que quedar con la antena donde está. Al menos, me conformo con que esta noche tenga Internet. Lo que sigo sin ver. Símplemente, no me lo creo.

Que hemos aprendido de todo esto:

Si no eres una empresa muy grande, llamar al 900101010 «Respuesta Empresarios» es una forma estúpida de quemar energías. Es tan práctico como pegar cien puñetazos a la pared. Y lo de la pared es igualmente estúpido, pero menos humillante.

Las instalaciones de parabólicas bidireccionales llevan meses.

La Internet rural por satélite emplea el mismo equipo, pero Telefónica gana menos dinero. Así que esas habrá que esperarlas sentado. Y ojo: que tiene las mismas condiciones de instalación que la parabólica bidireccional. O en suelo, o a menos de dos metros de altura en pared.

Un técnico de Dominion tiene prohibido por religión subirse a una escalera. Punto. O te monta la parabólica en suelo, o en una pared a menos de dos metros. A más de dos metros, nada. Y el techo, ni mentarlo.

Si te viene el técnico de Dominion, traete al primo de zumosol. Si no, va a poner la parabólica donde le salga de los cojones. Aunque sea una terraza que de al norte, en zona de paso y sin visibilidad completa de cielo. Teniendo la casa amplias vistas al satélite Hispasat -el que emplea Telefónica-.

Y, finalmente, si no tienes una terraza que estés dispuesto a cegar poniendo en la puerta una parabólica anclada en el suelo con un trípode de más de un metro cuadrado de superficie, olvídate de la parabólica. Según el técnico de Dominion, la terraza que apunta al norte es el único lugar en una casa mata que tiene fachada a sur y fachada a oeste que se puede poner una parabólica apuntando a Hispasat. Poner una parabólica apuntando a Hispasat en cualquier otro lugar viola la ley, el convenio colectivo, es imposible, tiene poca señal y no ve satélite (empleó todas estas razones, en distintos momentos).

Igual esta noche tengo Internet. O no.

Actualización: Después de hablar con un alto cargo de Dominion -hijo, curiosamente, de un compañero de trabajo de mi padre; que pequeño es el mundo-. Volvió el matón. Mucho más calmado, y con la educación que se espera en un instalador. Cuando está calmado y no pierde los papeles, es un buen chaval; personalmente creo que lleva demasiado tiempo en el sector de las telecomunicaciones, y se le están pegando determinadas actitudes de trato al cliente que en otros sectores son inimaginables. Tranquilo es una persona agradable, y si no se enroca, conoce su oficio. Si no perdiera el control, personalmente creo que sería un buen instalador; ya que la actitud de hoy ha sido muy buena, y hemos podido resolver los problemas sin dificultades ni la situación tensa de ayer -me encontré la casa en guerra cuando llegé, y nunca se debe montar un numerito de esos delante de un cliente-.

Me ha puesto a funcionar Internet en multipuesto -para monopuesto hay que solicitar el cambio y pasar por caja, no se puede solicitar directamente-. Hemos hablado tranquilamente sobre el «montaje». De los dos sitios que veía viables, en uno no puede montarlo porque no tiene andamio y dice que no se puede maniobrar la parabólica desde el balcón, y en el otro -la pared interna de la terraza-, dice que no puede colocarlo porque el pie de parabólica que Telefónica le provee no lo permite. La solución que hemos encontrado ha sido poner la antena en una esquina del jardín; así que voy a hacer las obras en jardín para tener una base de 1mx1m, y solicitaré un cambio de posición de parabólica -previo paso por caja-. Por fín, tras meses, vuelvo a tener Internet. Tiene una latencia alta -dos segundos, mucho más de lo que me dijo el comercial-; y un ancho de banda normal -el 10% del ancho de banda contratado, es decir, lo «estándar» en España-. En lineas generales, va estupendamente; así que, de momento, este frente de batalla está cubierto. Espero poner al día algunos asuntos, y volver a bloggear al ritmo normal. Ahora, a preparar una máquina para una clase de mañana -voy a enseñar en vivo a instalar un Linux a los alumnos-, y a la cama. Ya os contaré como va la Internet por satélite bidireccional.

Actualización 2: Finalmente, hoy han venido a poner la antena en su sitio. Ha venido el que acompañaba al matón, un chaval muy simpatico que ha hecho un trabajo estupendo en muy poco tiempo. Además, la colocación de la antena ha sido muy buena: visualmente, queda mejor; el cableado tirado ha quedado discreto y bien montado. El router ha quedado con el resto de la electrónica de red, e incluso la velocidad es más alta y la tasa de pérdida de paquetes es más baja. Esta historia ha terminado bien. :-)

Actualización 3: Mis flamantes 191 kbps -menos del 10% de la velocidad contratada- han desaparecido en menos de una semana. Lo que fácil viene, fácil se vá. :-(

Actualización 4: El primer instalador me ha mandado un correo, que no reproduzco aquí; aunque le invito a transcribirlo como comentario para rebatirle en público. Si quiero hacer algunas aclaraciones:

  • Tenía ADSL con Telefónica. Telefónica me lo quitó. Tengo una carpeta con las cartas, con las pruebas, y con todo el proceso -en el mejor de los casos, humillante-, que me mostró un desprecio profundo, visceral por el cliente. No, no recomiendo Telefónica a los emprendedores. Lo tengo porque es lo único que hay en mi zona. Ventajas del monopolio, puedes cometer los abusos que quieras con tus clientes.
  • El sistema es absurdamente caro, el dinero no llueve de los árboles. Pero era la única forma que tenía de no estar fuera de negocio. Los meses sin Internet me supusieron un perjuício económico inasumible por más tiempo.
  • Pedí parcelación de los 3000 euracos. Me los concedieron. Después me vino el cargo en la cuenta de golpe. Ventajas del monopolio, puedes cometer los abusos que quieras con tus clientes.
  • El sistema funcionó durante un tiempo. Después se degradó el rendimiento. Pero, al menos, tenía Internet.
  • Finalmente, un año más tarde me han puesto otra vez el ADSL. Que Telefónica me diese de baja el ADSL sin mi consentimiento me ha costado más de un millón de pesetas. No, no soy un cliente felíz.
  • La guinda del pastel es que me han cobrado dos veces el alta, dos meses consecutivos. ¿Voy a protestar? Ni loco. Protesto, y capaces son de darme de baja el ADSL otra vez. Ventajas del monopolio, puedes cometer los abusos que quieras con tus clientes.
  • Como el único proveedor de datos de mi zona, pueden abusar de su posición monopolística. Yo tendré que «disfrutarlos», es el precio que pagas por vivir en «ejpaña» fuera de una gran ciudad. He pagado un pastizal durante un tiempo porque lo necesitaba. Dinero que cuesta mucho ganar. Y he aceptado en silencio que me cobren dos veces el alta. Pero el uso de la fuerza que da la posición de monopolio no da automáticamente la razón. Y en cada reunión de emprendedores a la que he ido desde entonces, he contado la historia del ADSL; y a los emprendedores de Web 2.0 una de las cosas que más les molaría es que les cortaran la línea sin previo aviso. Es mi derecho a la pataleta: contar las cosas como me pasaron.

    Ahora, cualquiera de los lectores puede convencerme de que estoy equivocado, y que he disfrutado en todo momento de un servicio maravilloso.

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    Las palabras las carga el diablo

    Las palabras no son inocentes. El que «el hombre pusiera el nombre a los animales» del Génesis tenía una importancia simbólica muy fuerte; pero hoy en día se sabe ya que hay más detras de denominar la realidad que el puro simbolismo. Junto a los once principios de Goebbels, hay tres herramientas que marcan la comunicación ideológica hoy en día: el anclaje, definir un marco lingüístico beneficioso y el cambio de marco. Son las técnicas de manipulación más comunes que podemos leer en la prensa. Sobre los once principios de Goebbels, el cambio de marco y el anclaje hablaremos quizás más adelante; ahora hablaremos del marco lingüístico.

    No es lo mismo hablar del «movimiento de liberación de X», que de los «terroristas de X» o que los «delincuentes de X» -donde X pueden ser vascos, irlandeses del norte, palestinos o iraquies, escoja usted su causa favorita-. No es lo mismo «aborto» que «interrupción del embarazo» o que «derecho a elegir»; no es lo mismo «eutanasia» que «derecho de morir dignamente», como no es lo mismo «invadir Iraq» que «liberar Iraq». Tampoco es lo mismo hablar de «terroristas de Al-caeda» que de «insurgentes». Aquí podemos poner cientos de ejemplos, de uno y otro bando político en cada batalla política, en cada país. Las palabras no se cojen de forma inocente; cuando empleamos una palabra, estamos queriendo transmitir algo muy concreto. Esto lo sabe el político. Esto lo sabe el periodista. Esto lo sabe el sociólogo. Y no sería malo que lo supiera el ciudadano: estando mejor informado de como se manipula, podría extraer mejor la información de los medios de comunicación, e interpretar la realidad mejor.

    Al conjunto de denominaciones que damos a un contexto concreto, lo podemos llamar marco lingüístico. Algo poco asumido por las personas de a pie, pero muy asumido por la clase dirigente -no solo política o mediática, sino también intelectual-, es que el que define las palabras tiene ya ganada la discusión casi completa. Algunos saben esto hace mucho tiempo; y otros lo han aprendido a palos y están comenzando a utilizarlo. Pero es un hecho. Diversas palabras pueden definir al mismo fenómeno; pero cada palabra tiene un elemento subjetivo distinto. Si conseguimos que nuestro interlocutor pique, y acepte nuestro marco lingüístico, tenemos muy fácil convencerle a él y a otros que oigan la conversación.

    Hay una forma muy fácil de identificar y neutralizar los marcos manipuladores: buscar las antítesis de los adjetivos y substantivos encontrados. No el antónimo de diccionario -que puede ayudar-; sino ver que concepto se opone al que nos están intentando colar. Si vemos que la antítesis es consustancialmente buena o mala, no relacionada con la temática, o símplemente manipuladora… hemos descubierto cual es el «mensaje editorial» oculto en el texto.

    ¿A cuento de qué viene todo esto? Tiene una razón de ser. El blog de Andrés Perez Ortega. Andrés es el brillante potenciador del concepto de marca personal en España. Hasta gente como Criso Mejide le copia las ideas para sus artículos. Es una persona muy interesante, y su blog es lectura muy recomendable para cualquier profesional o estudiante de carrera que quiera algo distinto de ser funcionario. Suele tener razón. Sin embargo, en su último post sobre el término mercenario creo que se equivoca completamente. Ha aceptado el marco lingüístico de alguien que se opone al concepto de marca personal, y que reconoce y utiliza con habilidad estas técnicas.

    Cuando alguien nombra a un profesional libre como mercenario, quiere decir exactamente eso: un mercenario. Una persona cuya fiabilidad depende exclusívamente del dinero, y que no está comprometida con la causa, frente al soldado regular -lee: el trabajador asalariado- que sí lo está. El mensaje que se quiere transmitir Naomi Klein -que sabe muy bien porqué emplea las palabras que emplea- es que estamos menos comprometidos con nuestros clientes de lo que lo está un trabajador asalariado. Lo que, simplemente, es falso. Tengo clientes con trabajadores cuya lealtad es cero -entiende por cero: «te utilizo como salto a algo mejor, y torpedeo los proyectos de mi empresa si algo me beneficia»-. Muchas empresas tienen trabajadores asalariados que emplean su día a día en política de pasillo. Trabajadores tóxicos, que hacen irrespirable el entorno a su alrededor, y por los cuales terminan perdiendo a sus empleados realmente buenos. No digo que todos los asalariados tengan estas actitudes; sino que algunos asalariados las tienen. Por otro lado, estaremos en que un profesional liberal que torpedee a sus clientes y/o que sea tóxico, durará poco en el negocio. La intencionalidad de mercenario (no fiable) vs. soldado regular (fiel), es lo que está detrás de llamarnos mercenarios.

    Ahora la pregunta es otra: ¿Porqué algunos incluso en España huyen como la peste de denominarnos profesionales libres o liberales, cuando realmente hacemos lo que en español siempre se ha denominado de esa forma? Analicemos el término. En primer lugar: profesional. Alguien que ejerce una profesión. Transmite fiabilidad y calidad, ya que «profesional» se contrapone a «amateur» o «aficionado». Decimos «juega al golf como un profesional». Cuando vamos a comprar una taladradora, si nos la etiquetan como «la taladradora de los profesionales», puede que la compremos. Nadie en su sano juicio etiquetaría una taladradora como «la taladradora de los aficionados» o como «la taladradora amateur». Respecto a libre y liberal… transmite libertad. Frente al contrapuesto: «cautivo». Transmite que «puede escoger». Como al término legal que se da a aquellos dados de alta ante hacienda para ejercer profesiones liberales: «autónomo».

    Andrés, no te equivoques. Las palabras tienen significado. No creo que tu seas un mercenario. Yo, al menos, no lo soy. Soy un profesional liberal. Además, muy comprometido con mis clientes; la mayor parte de los cuales han terminado siendo excelentes amigos con el tiempo. A mi, me describe lo de profesional liberal. No lo de mercenario. Y a los autónomos con los que colaboro tampoco los denominaría de mercenarios.

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