Las palabras las carga el diablo

Las palabras no son inocentes. El que «el hombre pusiera el nombre a los animales» del Génesis tenía una importancia simbólica muy fuerte; pero hoy en día se sabe ya que hay más detras de denominar la realidad que el puro simbolismo. Junto a los once principios de Goebbels, hay tres herramientas que marcan la comunicación ideológica hoy en día: el anclaje, definir un marco lingüístico beneficioso y el cambio de marco. Son las técnicas de manipulación más comunes que podemos leer en la prensa. Sobre los once principios de Goebbels, el cambio de marco y el anclaje hablaremos quizás más adelante; ahora hablaremos del marco lingüístico.

No es lo mismo hablar del «movimiento de liberación de X», que de los «terroristas de X» o que los «delincuentes de X» -donde X pueden ser vascos, irlandeses del norte, palestinos o iraquies, escoja usted su causa favorita-. No es lo mismo «aborto» que «interrupción del embarazo» o que «derecho a elegir»; no es lo mismo «eutanasia» que «derecho de morir dignamente», como no es lo mismo «invadir Iraq» que «liberar Iraq». Tampoco es lo mismo hablar de «terroristas de Al-caeda» que de «insurgentes». Aquí podemos poner cientos de ejemplos, de uno y otro bando político en cada batalla política, en cada país. Las palabras no se cojen de forma inocente; cuando empleamos una palabra, estamos queriendo transmitir algo muy concreto. Esto lo sabe el político. Esto lo sabe el periodista. Esto lo sabe el sociólogo. Y no sería malo que lo supiera el ciudadano: estando mejor informado de como se manipula, podría extraer mejor la información de los medios de comunicación, e interpretar la realidad mejor.

Al conjunto de denominaciones que damos a un contexto concreto, lo podemos llamar marco lingüístico. Algo poco asumido por las personas de a pie, pero muy asumido por la clase dirigente -no solo política o mediática, sino también intelectual-, es que el que define las palabras tiene ya ganada la discusión casi completa. Algunos saben esto hace mucho tiempo; y otros lo han aprendido a palos y están comenzando a utilizarlo. Pero es un hecho. Diversas palabras pueden definir al mismo fenómeno; pero cada palabra tiene un elemento subjetivo distinto. Si conseguimos que nuestro interlocutor pique, y acepte nuestro marco lingüístico, tenemos muy fácil convencerle a él y a otros que oigan la conversación.

Hay una forma muy fácil de identificar y neutralizar los marcos manipuladores: buscar las antítesis de los adjetivos y substantivos encontrados. No el antónimo de diccionario -que puede ayudar-; sino ver que concepto se opone al que nos están intentando colar. Si vemos que la antítesis es consustancialmente buena o mala, no relacionada con la temática, o símplemente manipuladora… hemos descubierto cual es el «mensaje editorial» oculto en el texto.

¿A cuento de qué viene todo esto? Tiene una razón de ser. El blog de Andrés Perez Ortega. Andrés es el brillante potenciador del concepto de marca personal en España. Hasta gente como Criso Mejide le copia las ideas para sus artículos. Es una persona muy interesante, y su blog es lectura muy recomendable para cualquier profesional o estudiante de carrera que quiera algo distinto de ser funcionario. Suele tener razón. Sin embargo, en su último post sobre el término mercenario creo que se equivoca completamente. Ha aceptado el marco lingüístico de alguien que se opone al concepto de marca personal, y que reconoce y utiliza con habilidad estas técnicas.

Cuando alguien nombra a un profesional libre como mercenario, quiere decir exactamente eso: un mercenario. Una persona cuya fiabilidad depende exclusívamente del dinero, y que no está comprometida con la causa, frente al soldado regular -lee: el trabajador asalariado- que sí lo está. El mensaje que se quiere transmitir Naomi Klein -que sabe muy bien porqué emplea las palabras que emplea- es que estamos menos comprometidos con nuestros clientes de lo que lo está un trabajador asalariado. Lo que, simplemente, es falso. Tengo clientes con trabajadores cuya lealtad es cero -entiende por cero: «te utilizo como salto a algo mejor, y torpedeo los proyectos de mi empresa si algo me beneficia»-. Muchas empresas tienen trabajadores asalariados que emplean su día a día en política de pasillo. Trabajadores tóxicos, que hacen irrespirable el entorno a su alrededor, y por los cuales terminan perdiendo a sus empleados realmente buenos. No digo que todos los asalariados tengan estas actitudes; sino que algunos asalariados las tienen. Por otro lado, estaremos en que un profesional liberal que torpedee a sus clientes y/o que sea tóxico, durará poco en el negocio. La intencionalidad de mercenario (no fiable) vs. soldado regular (fiel), es lo que está detrás de llamarnos mercenarios.

Ahora la pregunta es otra: ¿Porqué algunos incluso en España huyen como la peste de denominarnos profesionales libres o liberales, cuando realmente hacemos lo que en español siempre se ha denominado de esa forma? Analicemos el término. En primer lugar: profesional. Alguien que ejerce una profesión. Transmite fiabilidad y calidad, ya que «profesional» se contrapone a «amateur» o «aficionado». Decimos «juega al golf como un profesional». Cuando vamos a comprar una taladradora, si nos la etiquetan como «la taladradora de los profesionales», puede que la compremos. Nadie en su sano juicio etiquetaría una taladradora como «la taladradora de los aficionados» o como «la taladradora amateur». Respecto a libre y liberal… transmite libertad. Frente al contrapuesto: «cautivo». Transmite que «puede escoger». Como al término legal que se da a aquellos dados de alta ante hacienda para ejercer profesiones liberales: «autónomo».

Andrés, no te equivoques. Las palabras tienen significado. No creo que tu seas un mercenario. Yo, al menos, no lo soy. Soy un profesional liberal. Además, muy comprometido con mis clientes; la mayor parte de los cuales han terminado siendo excelentes amigos con el tiempo. A mi, me describe lo de profesional liberal. No lo de mercenario. Y a los autónomos con los que colaboro tampoco los denominaría de mercenarios.

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Seguimos desconectados…

Pido perdón a todos mis lectores: se que llevo mucho tiempo sin actualizar el blog. Desgraciadamente, sigo desconectado de Internet, gracias a Telefónica; además, el poquísimo tiempo de acceso a Internet al día que tengo lo necesito para trabajar. En mi descargo, hace dos meses que firmé el contrato de satélite bidireccional; pero parece que Telefónica tiene unas capacidades operativas muy limitadas para montarme la parabólica. (Básicamente tengo dos opciones: pagar los casi 4000 euros de entrada al satélite bidireccional, más la cuota mensual, o mover mi oficina a otra ubicación física. Ventajas de vivir en el tercer mundo… digo… en Andalucía). He decidido pagar el dinero, pero… parece que ni con esas.

¿Que hago la próxima vez que alguien me hable de universalidad del acceso a Internet, y de la gran cobertura de Internet en España? ¿Me río, o me echo a llorar?

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Para este viaje, no hacían falta tantas alforjas

Es decir, vamos a hablar de la nueva GPL.

No me mailnterpreteis, no está mal lo que se ha avanzado; de hecho, está mejor que la v2. La v2 era una buena licencia de software para los 80. Pero la GPL ha envejecido; y lo ha hecho mal.

Comencemos con lo que trae: defensa contra la tivoización y las patentes. Vale, es bueno. Hemos avanzado. De hecho, lo primero que he hecho cuando ha salido la nueva GPL ha sido pasar a kradview, el visor DICOM libre para Linux a GPLv3. Así que ya sabeis: a partir de la 0.6.2 eso es lo que hay. Y las más antiguas no funcionan con el GCC moderno, no las mantengo, y no respondo dudas sobre ellas; así que a pencar con la GPLv3.

Sin embargo, no se me queda un buen sabor de boca. No termino de sentir que la GPLv3 sea lo suficientemente clara contra la tivoización; de hecho, es relativamente sencillo tivoizar algo, hasta con la GPLv3 -sí, tengo claro como hacerlo. No, no lo voy a explicar como hacerlo en esta web; así que fabricantes de empotrados, a currárselo más y contratar más abogados que sepan algo de informática-. Lo de las patentes; bueno, va también en la dirección correcta. Quizás es lo que veo mejor terminado.

Sin embargo, la tendencia natural del mercado es integrar a Internet con el software. Software como servicio, aplicaciones web ricas, donde el contenido lo crean los usuarios, y dicho contenido da valor al sistema. La llamada Web 2.0. La FSF no recoge esa realidad que ya existe, y ha hecho una licencia a la que le falta una clausula similar a la 2d de la licencia Affero. Si yo hago un programa que ofrezca un servicio web, y quiero que sea libre, y lo licencio bajo la que se supone que es la licencia libre más vírica -GPL- es absurdo que alguien pueda modificarlo, dar un servicio en la web sobre su código modificado a millones de personas, y las modificaciones no reviertan en la comunidad. Estas aplicaciones ya existen; y, si el software libre fuera un concurso, deberían ganar el premio en la categoría «la mayor violación del espíritu de las reglas del concurso, cumpliendo escrupulosamente su letra».

La FSF llega tarde. La GPLv2 estaba muy bien para los 80, y la hemos empleado durante los 90, y gran parte de esta década. Sale la GPLv3, que hubiese sido estupenda en los 90 y hasta hace pocos años; pero se queda corta. Espero que para cuando incorpore una clausula como la 2d de Affero, no tengamos ya una nueva forma de violar el espíritu de la libertad, sin violar su letra.

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Clientes cautivos

Vía hispalinux, me encuentro con esta noticia: L’Ajuntament de Barcelona es gasta 524.000 euros en llicències de Microsoft Office. La noticia es interesante tanto por su contenido, como por las repercusiones que ha tenido.

Por un lado, analicemos los hechos:

  • ERC tenía en su programa electoral el apoyo explícito al software libre.
  • Por lo que me consta, el consejo rector del Instituto Municipal de Informática de Barcelona, después de los repartos de poder del tripartito, quedó bajo el control de ERC.
  • Estamos a cuarenta y ocho horas de las elecciones, por lo que la decisión se ha tomado desde la interinidad.

Analizando fríamente la realidad, el único hecho reprobable que encuentro es este último: comprometer un gasto de 524000 euros con un proveedor 48 horas antes de las elecciones me parece en un sistema democrático algo escandaloso. Más cuando esta cantidad está muy por encima de lo que corresponde con un menor -12000 euros-. Los de ERC deberían cortar cabezas por este hecho; es mucho dinero para decidir gastarlo a pocas horas de las elecciones, más si es una decisión vinculante en el futuro de cara a futuras decisiones de compra por el consistorio entrante.

Pero no va de eso la entrada. Esto no es un blog de política. Sino de la otra parte: el pago de 524000 euros a Microsoft. Y lamento discrepar de mis amigos de Hispalinux: El ayuntamiento hizo exactamente lo que debería hacer: pagar el rescate por sus datos.

La clave está en el concepto de «cliente cautivo». Un proveedor puede emplear mecanismos para asegurarse que su cliente no puede migrar a la competencia. Estos mecanismos son de dos tipos: fidelizarlo mediante mejoras de la calidad del servicio y de su precio, o establecer mecanismos de cautiverio del cliente, que harán tan caro migrar a otro proveedor que el cliente se verá en la obligación de aceptar lo que le echen. El problema es que ya no eres un cliente: eres un siervo. Cuando tu proveedor quiera, se pasea por tu empresa con su bate abogado, y tendrás que pagar en concepto de protección licencia lo que te digan. Y punto.

El Ayuntamiento de Barcelona tenía la intención política de migrar a software libre, por razones políticas y estratégicas. Estaba en el programa electoral de los partidos que se presentaron, y ahora los ciudadanos podrán -y deberán- castigar a ERC por no ser capaz de cumplir su compromiso electoral. De eso va la democracia. Deberían haber operado antes, deberían haberse movido de otra forma. Ya es tarde. Ahora, a pagar el arativum y llorar por lo que no fueron capaces de defender.

Si analizamos el costo de migración, no está causado por falta de calidad del software libre o por ser difícil su uso; está causado exclusivamente por las medidas de Microsoft para hacer cautivo al cliente, fundamentalmente empleando estándares y formatos cerrados y no documentados. El costo de la migración es tan alto tal y como esta fue planeada, que el ayuntamiento de la segunda mayor ciudad de España no puede permitirse tomar decisiones soberanas; sino tiene que pagar lo que Microsoft le pide, cuando y como se lo pide. ¿Quien manda más, el pueblo soberano de Barcelona, que ha votado por un programa electoral, y su gobierno en quién ha delegado durante cuatro años su poder, o esta mujer a la que yo no he votado, y dice que la relación entre políticos e internautas es peligrosa?

Malo es que un gobierno -del signo que sea- no tenga poder real para ejecutar parte de su programa porque una multinacional es quien tiene la sartén en el mango en su área.

Esto nos da dos cosas que pensar: la primera, lo valientes que están siendo las políticas de la Junta de Andalucía y la Junta de Extremadura de ser soberanas tecnológicamente. La defensa de la libertad de escoger es algo que es duro, y hay que defender con un fuerte compromiso, y corriendo riesgos. La Junta de Extremadura tiene unos sistemas informáticos de un tamaño razonable, lo que le ha permitido promulgar un decreto por el cual en un año operará con software libre toda la Junta de Extremadura. La Junta de Andalucía, por otro lado, responsable del sistema informático más importante de toda España, tiene un problema mucho más complejo; por lo que está dando los pasos a otra velocidad. Más firmes, más calculados, más cuidadosos, pero pasos hacia la realidad.

Los pequeños, como el ayuntamiento de Barcelona, tendrán que seguir pagando protecciónlicencias. No porque no quieran migrar al software libre, sino porque ya no les es viable dejar de pagar a Microsoft lo que Microsoft pida, cuando lo pida, y como lo pida.

Finalmente, una pregunta no retórica: en tu empresa, ¿Hasta que punto dependes de Microsoft? ¿Hasta que punto Microsoft te puede cobrar lo que quiera, cuando quiera, con sólo mandarte un abogado? ¿Hasta que punto cada día que pasa dependes más de Microsoft, y si algún día las condiciones te parecen ya demasiado abusivas, y quieres salir, no estarás ya de por vida como siervo? ¿Hasta que punto no te conviene tener ya una estrategia de posicionamiento en el software libre que te permita que la decisión del proveedor la tomes tú? ¿Hasta qué punto no te conviene tener ya una estrategia de migración que te asegure que, si algún día quieres emplear otro proveedor, tus formatos, tus aplicaciones y tus sistemas no estarán cautivos para siempre de tu proveedor actual?

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